viernes, 11 de junio de 2010

El sentimiento de ser un extraño

¿Les ha pasado que tienen un amigo, al cual les gusta ver que esté feliz? ¿A quién no le gusta ver a sus amigos felices? Bien, el punto es: tienen un amigo al que antes, podían apoyar y animar, lo intentaban todo lo posible para plasmar una risa o al menos una sonrisa y de cierto modo lo lograban. Te hacía sentir pleno y feliz que estuviera feliz a su vez. Continuabas haciéndolo cuando estaba triste, cuando estaba soportando el dolor de algo, quieren ayudar así que dicen que la mejor cura es la risa ¿no?

Bien, ahí vamos bien. El tiempo pasa como suele pasar, nadie lo para porque es imposible. Minuto a minuto nos deja y se va. Pero la tristeza vuelve a atacar y en el intento de combatirla y volver a hacer feliz a ese amigo algo pasa que ya no puedes. Lo intentas todo de nuevo, hasta lo que menos esperaste hacer para conseguir que la felicidad se oponga a la nostalgia. Pero no, te sientes inútil. La tristeza invade a tu amigo y te contagia, pero no por la razón que lo invade a él o ella, sino porque no puedes remediar su pena.
Tiempo después, la tristeza, que es el mal más lúgubre y malvado aparte de la soledad que pueda existir, invade la relación. Las palabras se escapan, poco a poco, ya no hay nada que decir y si lo hay, la respuesta deja mucho que desear. Te sientes impotente de hacer algo, inútil de nuevo.
El sentimiento de ser un extraño permanece; como si acabases de conocer a esa persona, (que es importante para tí y llevas tiempo tratándola) pero no puedes dejar de sentirte así.

Después, te das cuenta de que personas que acaba de conocer son las que son capaces de traer esa sonrisa que tú no pudiste. No es que te ataquen los celos, no no no, es bueno el conocer nueva gente; pero te vas quedando a un lado. Sientes, como si estuvieras pintado, como si fueras un fantasma que pasa por enfrente te dicen hola, respondes y después de unos minutos sin respuesta decides irte. Sientes que esa amistad que tanto aprecias se va haciendo delgada y débil conforme pasan los días, e intentas hacerla más fuerte, te esfuerzas en hablar pero tu amigo no responde a tu empeño, y ¿sabes algo? Te entristece.

Bien pues, en conclusión: te sientes como un extraño, triste e inútil porque tu amigo sigue sintiéndose triste y no puedes hacer nada como antes lo hacías. ¿Les ha pasado? ¿No? ¡Suertudos!

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