Antes vi en una página que se podían comprar las estrellas, por un monto de dinero te daban tu kit, las coordenadas y tu plaquita con cadena. Te lo mandaban por correo y al fin, eres dueño de una estrella.
La compras para ti, para un amigo, para un conocido y ya son dueños de otra estrella. Pero, en realidad, no lo son. Las estrellas son del firmamento, son del Universo y en cierta parte son de todas las pequeñitas personas que habitamos este planeta cuando miramos al cielo a contemplarlas y aún así yo quería comprar una de ellas. Pero al ponerme a pensar, una estrella tan brillante como es, no se puede comprar ni tampoco ser dueño de ella; una estrella es algo inalcanzable, sin importar que existan naves que nos lleven al espacio, estos astros tienen tanta energía que si la nave intenta acercarse mucho se daña, nunca podrá llegar a estar en ella. Una estrella es la ilusión de algo que no podemos tener, de algo que nos inspira.
Son las estrellas quienes acompañan a la Luna en su solitaria y oscura noche, son ellas las que nos acompañan noche tras noche en nuestra vida. Algunas han de desaparecer, y nosotros tal vez ni nos demos cuenta, pero sabemos que si una se desvanece siempre aparecerá otra. Los puntos titilantes del cielo que tanto nos fascinan.
Nosotros venimos de uno de tantos astros de luz que hay allá arriba, si se ponen a pensar cuidadosamente. Como lo dice Ernesto Cardenal en el Cántico Cósmico: “¿Que hay en una estrella? Nosotros mismos. Todos los elementos de nuestro cuerpo y del planeta estuvieron en las entrañas de una estrella. Somos polvo de estrellas.” ¿Para qué comprar una estrella si somos parte de ella? Fue ahí cuando entendí que ya no quería una, la ilusión de querer alcanzarlas, la idea de ser consecuencia de ellas, tan sólo salir afuera, mirar hacia arriba y verlas brillar… me basta para pasar al siguiente día.
La compras para ti, para un amigo, para un conocido y ya son dueños de otra estrella. Pero, en realidad, no lo son. Las estrellas son del firmamento, son del Universo y en cierta parte son de todas las pequeñitas personas que habitamos este planeta cuando miramos al cielo a contemplarlas y aún así yo quería comprar una de ellas. Pero al ponerme a pensar, una estrella tan brillante como es, no se puede comprar ni tampoco ser dueño de ella; una estrella es algo inalcanzable, sin importar que existan naves que nos lleven al espacio, estos astros tienen tanta energía que si la nave intenta acercarse mucho se daña, nunca podrá llegar a estar en ella. Una estrella es la ilusión de algo que no podemos tener, de algo que nos inspira.
Son las estrellas quienes acompañan a la Luna en su solitaria y oscura noche, son ellas las que nos acompañan noche tras noche en nuestra vida. Algunas han de desaparecer, y nosotros tal vez ni nos demos cuenta, pero sabemos que si una se desvanece siempre aparecerá otra. Los puntos titilantes del cielo que tanto nos fascinan.
Nosotros venimos de uno de tantos astros de luz que hay allá arriba, si se ponen a pensar cuidadosamente. Como lo dice Ernesto Cardenal en el Cántico Cósmico: “¿Que hay en una estrella? Nosotros mismos. Todos los elementos de nuestro cuerpo y del planeta estuvieron en las entrañas de una estrella. Somos polvo de estrellas.” ¿Para qué comprar una estrella si somos parte de ella? Fue ahí cuando entendí que ya no quería una, la ilusión de querer alcanzarlas, la idea de ser consecuencia de ellas, tan sólo salir afuera, mirar hacia arriba y verlas brillar… me basta para pasar al siguiente día.
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